martes, 28 de abril de 2015

Tiempo al tiempo

Noruega,


la experiencia de mi vida. Diez meses de aprendizaje y descubrimiento continuos. Viajes, amistad, idiomas e ilusión. Una nueva mirada al mundo de la educación. Recuerdos maravillosos, inolvidables. Una oportunidad para crecer y convertirme 
en quien hoy ya soy, y un día seré.

Una beca Erasmus. Mucha ilusión, muchos nervios. El corazón batiendo fuerte, los ojos bien abiertos. Y un destino, el destino. Noruega, la experiencia de mi vida.

Buscamos mejorar la educación de nuestros niños y se nos olvida que ellos son el centro de la misma. Nuevas tecnologías, actividades innovadoras, modernas formas de trabajo... ¿y qué hay del mundo que nos rodea?, ¿por qué no tenemos en cuenta a la naturaleza en nuestras vidas? Correr, acabar y terminar los primeros parece estar convirtiéndose en nuestro estribillo y este ideal es trasladado a la escuela. Queremos controlarlo todo. Y se nos olvida respirar. Queremos ver y no miramos. Vivimos demasiado rápido para darnos cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor. La educación española se encuentra ante un severo Trastorno por Déficit de Naturaleza.

Noruega me enseñó el amor por el medio natural y también su influencia en los más pequeños. Amplias escuelas al aire libre, promotoras de la libertad y la autonomía desde la más tierna infancia. Un ritmo lento y adaptado a los intereses del niño, eje central de su propio modelo educativo. Un ritmo pausado que busca devolverles su tiempo, el tiempo que a todos nos pertenece.


En poco más de un mes, exactamente 44 días, hará un año que he vuelto de Noruega. Entre lágrimas de tristeza y alegría, y con la mente, los ojos y el corazón bien llenos, desbordando de experiencias. Noruega me regaló personas especiales, paisajes de cuento y mil y una razones más para creer en la educación. Todos tenemos entre las manos devolverle su tiempo.

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